lunes, 28 de noviembre de 2011

Hacia un país agroindustrial con menos industria y más dependencia

por Guillermo Hamlin

La presidente argentina ha manifestado el propósito de agregar valor a la producción agropecuaria. El anuncio del Plan Estratégico Agroindustrial ha resultado grato a los representantes de los intereses de los agro negocios. En el suplemento rural del Clarín, el Ing.Huergo expresa su satisfacción y se interroga si los gobernantes argentinos se habrán dado cuenta de lo que él siempre pregonó. El efecto multiplicador que las actividades vinculadas al agro propagan a toda la economía. Se agrega valor al convertir granos de soja en aceite y más aún al transformar éste último en biodiesel. Se agrega valor al maíz al convertirlo en etanol y también al convertir alimentos a base de maíz en aves de corral como pollos o pavos y también en ganado porcino. La idea es seguir agregando valor hasta llegar a las góndolas de los consumidores del mundo. Se señala la oportunidad que tiene nuestro país de “producir alimentos para un mundo que aumenta su demanda”. Pareciera como que la Argentina tiene un “destino manifiesto”. Concentrarse en el desarrollo agroindustrial. Claro que hay algunos desvíos con respecto a esto. En el “modelo” actual la composición de las exportaciones se completa con la minería,que exporta prácticamente la totalidad de su producción, la industria automotriz, que exporta e importa unidades y autopartes con lo cual su saldo de divisas es negativo, la industria petrolera y de gas que debido a las políticas de privatización y desregulación, de exportar masivamente se ha pasado a la importación de combustibles líquidos, gaseosos y hasta electricidad, perjudicando la balanza comercial, y el acero convertido en un “commodittie” que busca en el exterior compensar el bajo consumo interno.
Una semana después del anuncio que alegró a los representantes del “campo”, la presidente anunció en Venado Tuerto el Plan Estratégico Industrial. En dicha ocasión la presidente sugirió a los representantes de Siderar invertir en la producción de acero inoxidable, dicho material es esencial en las instalaciones de la industria de la alimentación. Todo apunta hacia la agroindustria.
Agregar valor es, obviamente aumentar el empleo en nuestro país, loable objetivo. Pero esto tiene un límite, que está marcado por la propia estructura del actual modelo productivo, que de no cambiar, mantendrá siempre fuera del mundo del trabajo a muchos compatriotas. La tasa actual de desempleo del orden del 7,7% (INDEC), tiene una composición interna de 2,7% para los trabajadores dentro de la economía formal y de 13 % para los que están en la informal. Es decir que en la economía formal prácticamente hay pleno empleo. Este nivel de desempleo es difícil de disminuir, en estos momentos por cada punto de crecimiento del producto bruto interno, el empleo se expande en solo 0,22 %. La industria es el sector de la economía que provee mayor cantidad de puestos de trabajo. El retroceso de la industria en la participación porcentual en el PBI total fue notable, pasó de 28% en 1975 a 16% en 2010. Este retroceso fue gradual a lo largo de ese período, marcando una continuidad entre el gobierno del “Proceso” y los “democráticos”. Determinados sectores de los campos académicos, empresariales y políticos consideran que este retroceso es un indicador de que se avanza en el buen camino. Observan que en los países centrales también se ha asistido a un proceso de disminución de la gravitación relativa de la industria en el conjunto de la actividad económica. Sin embargo, esto es fácilmente rebatible: en los países centrales, el avance relativo del peso de los servicios de alta tecnología, como la informática, la robótica, el laser, etc. no desplazaron a la industria tradicional sino que, por el contrario, le aumentaron notablemente su productividad. Esto se evidencia al verificar que en esos países el consumo aparente de acero se mantiene a lo largo del tiempo, en el orden de los 500 Kg/año per cápita. Mientras que en nuestro país, ese indicador, que había alcanzado su máximo de 180 Kg/año per cápita en el año 1975, en la actualidad está en el orden de 115 Kg/año. Además se ha comprobado que hasta el año 1975, mientras el PBI crecía 1%, el consumo per cápita de acero lo hacía en 1,5%, mientras que en la última década lo hizo al 0,8%. Esto evidencia que la economía crece, pero la industria lo hace a un ritmo menor, con lo cual el menor agregado de valor a las materias primas perjudica las posibilidades de la generación de empleo de mayor nivel tecnológico y la mejora en los niveles de salarios, la educación y la tecnología.
Otro indicador del retroceso industrial y tecnológico en nuestro país lo señala la disminución de la participación porcentual de la industria de bienes de capital en el PBI Industrial.En los últimos 20 añosdisminuyó 23%, mientras que en el mismo período en China aumentó 30% y en Taiwán lo hizo en 73%. La desaparición de diversos y estratégicos sectores de la matriz productiva doméstica, como la industria de bienes de capital y otros sectores complejos como la electrónica industrial y de consumo, marcan el cambio que se operó en la industria argentina: además del retroceso cuantitativo se produjo una simplificación de los procesos productivos y la desarticulación del entramado de las diferentes cadenas de valor.
Este cambio estructural implicó la concentración de capital en pocas empresas transnacionales y la reducción drástica de la población de pequeñas y medianas empresas, precisamente las de capital nacional y las que mayor proporción de mano de obra emplean, muchas de ellas convertidas en meras ensambladoras de partes y piezas importadas. La estructura económica primarizada instalada por el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” en los años de plomo, se ha ido consolidando en el transcurso de las décadas “democráticas”, insertando a la Argentina en la división internacional del trabajo. Precisamente este fue el objetivo de la dictadura instaurada en marzo de 1976. Sus consecuencias aún perduran.

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