lunes, 12 de septiembre de 2011

Estibadores portuarios: "renacimos de las cenizas"
por Marcelo Paredes

Francisco Pancho Montiel es el Secretario General del Movimiento de Estibadores Portuarios de Pie. Una organización recientemente afiliada a la CTA surgida de las cenizas del incendio neoliberal de los 90. Sobrevivieron, se organizaron, crecieron, tuvieron una reparación histórica del Estado como víctimas de las privatizaciones, fueron perseguidos, presos y procesados.

Rompen las calles cuando salen a manifestarse y es un espectáculo compartir sus asambleas de martes y viernes en el local, galpón y comedor de Puerto Nuevo, rodeados de containers y de historias de lucha.

Son jubilados de uno de los trabajos más duros que existen y crearon de la nada una organización solidaria que consiguió mucho y va por más.

Un poco de todo eso le pedimos a “Pancho” que nos cuente entre mates con yuyos y libros libertarios.

“Si uno no tuviera en cuenta las circunstancias históricas, podríamos decir que somos un movimiento espontáneo. Pero, en realidad, el movimiento está unido a lo que fue nuestra actividad gremial desde siempre en el puerto. Me refiero fundamentalmente a la agrupación sindical portuaria Agustín Tosco perteneciente al Sindicato de Portuarios (SUPA) con la que nos enfrentábamos al oficialismo y a las privatizaciones que se venían en los noventa”. Así ubica en la memoria política “Pancho” Montiel al Movimiento Estibadores Portuarios de Pie. Era esa agrupación la que impulsaba la lucha contra la privatización del Puerto de Buenos Aires en tiempos donde el neoliberalismo arrasaba con todo. Fueron ellos los que empujaron el paro general por tiempo indeterminado el 13 de mayo de 1992 como una medida extrema para evitar lo que parecía inevitable.

Como consecuencia de esa medida de fuerza fueron echados miles de trabajadores eventuales, que no pertenecían a ninguna empresa. Pero echarlos significaba, ni más ni menos, que sacarles la tarjeta magnetica que les daba la Prefectura para poder entrar al puerto. Finalmente el 28 de mayo de 1992 se publica en el Boletín Oficial un decreto de privatización (817/92 con la firma de Menem y Cavallo) por el que se suspendían los convenios colectivos de trabajo de los 33 gremios del puerto. A “Pancho” Montiel y a otros trabajadores le quitaron la plástica, los borraron del registro portuario y lo corrieron del puerto.

Del padrón de 9.000 estibadores registrados, tras el decreto y la aceptación del SUPA, sólo quedaron 1.050 trabajadores habilitados.

¿Y el resto?

El resto a la lona. En realidad, nuestro destino parecía estar sellado. La discusión pasaba por si bajábamos los brazos o moríamos peleando por esa posibilidad en un millón que creíamos tener. El paro fue hermoso pero finalmente nos echaron a la mierda.

¿Qué vino después?

Cada uno de nosotros fue agarrando el camino que pudo, como pudo. Con toda la bronca. Siempre con una visión parcial y falsa de que eso te está pasando solo a voz, que es algo que hiciste mal. Nos costaba vernos como las víctimas de una política económica del Estado. Ahí aprendimos que tener conciencia es simplemente darse cuenta. Cuando vos te das cuenta, es que tomaste conciencia. Pero pasaron los años, esperábamos que se caiga Menem, que se caiga el otro, que cambiaran las cosas pero no pasaba nada. Hasta que pasó lo del 2001. Fue una rebelión de pibes, de estudiantes que nos sacaron a flote a nosotros. Nos dio nuevos ánimos, nos cambió el eje, nos dieron ganas de volver a soñar.

¿A quienes?

La verdad éramos un grupo de tres. Ana Gorría, Bernabé Naranjo y yo. Pero, como dijo Lenin, no éramos tres, éramos una organización de tres que es distinto. Nos dimos manija y empezamos a convocar a los demás. Con Naranjo y otros compañeros como el querido Jacinto Abrahan nos sentábamos sobre unos palos en Retiro y les contábamos a los viejos portuarios que nos estábamos organizando para pedir un decreto de Reparación Histórica. Al principio no nos creían o no nos tenía fe pero luego con los primeros logros empezaron a acercarse.

¿Qué fue lo primero que consiguieron como organización?

En mayo del 2005 fundamos el Movimiento Portuarios de Pie. Lo primero que conseguimos fue un dictamen de la Secretaría de Derechos Humanos donde reconoce que aquel decreto de Menem conculcaba nuestros derechos. Eso fue como el sable de San Martín para nosotros. Solo mostrando ese papel con el dictamen, conseguimos en pocos meses ser 120 compañeros. Lo segundo que conseguimos fue una bolsa de alimentos de la Administración General de Puertos (AGP) y en poco tiempo ya éramos 420 compañeritos. Más por la bolsa que por otra cosa. Pero ya éramos más. Después conseguimos que nos cedieran lo que era un comedor ferroportuario abandonado y lo convertimos con nuestras propias manos en nuestro comedor y local del Movimiento. Allí seguimos creciendo hasta los 5.000 compañeros y compañeras.

¿Cómo consiguieron el decreto de Kirchner?

Para septiembre del 2006 el decreto ya estaba en su escritorio a la firma pero no se firmaba. 6.000 estibadores portuarios con edad de jubilarse y muchos más que nos acompañaban, pasamos por arriba de la Infantería y rodeamos la Casa de Gobierno. El humo de las gomas de autos ardiendo entró por las ventanas presidenciales y fuimos recibidos con la promesa de que en octubre se firmaba. Para octubre en la Plaza de Mayo había portuarios, marítimos, navales, organizaciones hermanas, familiares, amigos y todo el que pudimos arriar para sumar 15 mil almas frente a la Casa Rosada. Así fue que el 10 del 10 del 2006 a las 10 horas se firmó el decreto en el Salón Sur ante 200 compañeros adentro y miles y miles afuera.

¿Qué significaba?


Nos reconocía como víctimas de la privatización por el decreto 817 con lo cual el Estado nos tenía que hacer los aportes desde el 92 hasta el 2006 a través de la AGP. 14 años y cuatro meses para los que en esa época trabajábamos y 10 años para los que estaban jubilados. Así fue que en los primeros cuatro meses se jubilaron 2.500 compañeros con un ingreso de 4.800 pesos. Era pasar del infierno a tocar el cielo con las manos”.

Pero después de la victoria, marche preso.

La ANSES nos fabrica una causa y el juez nos dice que nosotros éramos desprolijos. Más que desprolijos, éramos una tribu de indios rabiosos. Si nosotros veníamos del infierno, que pretendía este juez boludo. Somos trabajadores del puerto. Conocemos del esfuerzo, de la dureza no de la prolijidad. La cuestión es que nos hacen una causa por extorsión, por estafas y no se cuantas cosas mas a raíz de una propiedad que compramos para nuestra Mutual, que todavía no tenía los papeles en regla por las demoras de la burocracia. Con la promesa de jubilaciones rápidas, tientan a compañeros para que testifiquen contra nosotros y nos armaron la causa. Nos allanaron, se llevaron documentación y nos metieron en cana a los compañeros Escalada, Naranjo y después a Ana Gorría y a mí. Nos llevaron encadenados y estuvimos once meses en Ezeiza. Tras una huelga de hambre de 23 días y con el apoyo de todos los compañeros del Movimiento logramos la libertad en octubre del 2008. Aún seguimos procesados y peleando la causa en el Consejo de la Magistratura por todas las irregularidades que se le adjudican al juez. El mismo ministro Tomada nos reconoció que algo había que hacer para pararnos.

Mientras ustedes seguían presos, dejaron de pagarle a los demás.

En diciembre de 2007 los funcionarios suspendieron arbitraria y maliciosamente el pago las prestaciones previsionales dejando de aplicar las actas reglamentarias y privándonos de los correspondientes reajustes de otros 3500 portuarios que tenían el trámite iniciado en ANSES. Esta maliciosa demora del Ministerio de Trabajo en aplicar la normativa vigente, que ya lleva más de 50 meses, lesiona los derechos adquiridos de más de 3.500 portuarios y perpetúa el genocidio económico del menemismo. Pedimos que se aplique la normativa que se encuentra vigente y que estos funcionarios se niegan a aplicar, En realidad nos metieron presos para parar el proceso jubilatorio.

¿El mismo derecho de reparación les puede caber a otras víctimas de la privatización?

Ahí está el problema. Somos un antecedente para los trabajadores ferroviarios, petroleros, gasistas y todo tipo de laburantes que fueron víctimas de las privatizaciones. En este país nunca se reparó nada. Ni la Semana Trágica, ni la Patagonia Rebelde, ni la Gran Huelga Ferroviaria de 1912 ni un carajo. Nosotros lo conseguimos de Kirchner porque sólo tenía dos posibilidades: firmaba o nos mataba a todos. Éramos una jauría de hombres desesperados. Como decía Tosco, nuestras únicas armas eran y son la verdad, la nobleza, la libertad y la igualdad. Así fue que nosotros sacamos un gremio de la tumba al que lo habían llevado los traidores que se vendieron al liberalismo. Lo hicimos renacer de sus cenizas como el Ave Fénix.

¿Y por qué entraron a la CTA?

Porque hemos recorrido un largo camino de lucha resistiendo el embate de la política privatizadora de liquidación de nuestras fuentes de trabajo y de pérdida de la soberanía de los puertos de nuestra Patria, porque hemos peleado por obtener una reparación histórica a todos los compañeros que fueron despojados de sus derechos laborales y así logramos que hoy se hayan podido jubilar 3 mil compañeros y porque compartimos los mismos principios de autonomía, democracia y libertad sindical que tiene esta Central que se reconoce heredera de los valores de la CGT de los Argentinos. Por eso.

¿Qué CTA quieren?

No queremos una CTA que sólo pelee por aumentos salariales o convenios colectivos sino que fundamentalmente luche por la transformación revolucionaria de nuestra Patria. Por la recuperación del patrimonio nacional por parte del Estado, la flota mercante, YPF, los puertos, la flota fluvial, los ferrocarriles y las comunicaciones que hoy están en manos de los monopolios, socios de los neoliberales y vende patria. Queremos una Central que profundice la lucha por la creación de fuentes de trabajo para que cientos de miles de compañeros tengan condiciones dignas de vida, salud, vivienda, educación y que se organice para alcanzar la verdadera justicia social.

La Federación: “Un sueño hermoso”

“El hecho de haber entrado a la Central nos da una visión distinta. No estamos solos. Por eso queremos hacer una Federación de obreros marítimos y navales con los trabajadores de los puertos de Alto Verde, Santa Fe, Paraná, Concepción del Uruguay, Ingeniero White, Mar del Plata, Río Santiago, Campana, Zárate, La Plata, Beriso, Ensenada, San Martín, San Lorenzo, Ituzaingo, Lima, Misiones, Barranqueras-Chaco y Corrientes. Una federación sería una herramienta real y concreta para liberarnos de la lacra de la burocracia sindical”.

La Mutual

La Mutual del Movimiento Estibadores Portuarios de Pie es una organización civil sin fines de lucro y con fines solidarios. O como se decía en otra época, de socorros mutuos. Sumando a los afiliados de las distintas regionales llegar a los 13 mil compañeros y compañeros que aportan de su jubilación y disfrutan de la ayuda solidaria entre todos.

Se entregan remedios, se compran sillas de ruedas, se hacen arreglos en las casas de los compañeros más necesitados, se pagan operaciones de cataratas, se fundó una biblioteca, se compran elementos ortopédicos y todo lo que represente una necesidad. En su amplio local a un costado del acceso al puerto desayunan y almuerzan, inclusive con dietas especiales, cerca de 300 personas diariamente y los días de asamblea superan los mil comensales. Hace poco sirvieron el plato número un millón.

Cuentan con un predio en el conurbano donde fabrican muebles de madera, siembran las verduras y hortalizas que utilizan en el comedor y tienen un recreo para el esparcimiento, las guitarreadas y las comilonas que no dejan de organizar.

Ser estibador

“Anda a laburar al puerto”. “Laburo es cargar bolsas en el puerto” son frases comunes que pintan el trabajo esforzado, duro por antonomasia.

Suelen ser nietos e hijos de estibadores. Pertenecen a la generación que se instaló en el puerto para dejar de ser golondrinas. Y fundaron un barrio con más de 5 mil laburantes que luego Cacciatore derrumbó con la topadora y hoy se llama Villa 31.

Son hombres de trabajo rudo, de cargar bolsas del camión a la lingada y luego a la bodega del barco. Podían ser estibadores, guincheros, gangos, maquinistas, capataces, apuntadores. Gente de carga y descarga, de barco, de río. No lo consideran un oficio sino una condición, una forma de ser y de vivir.

Son hombres que se levantaban todas las mañanas a buscar trabajo porque nunca se era efectivo de ninguna empresa. Que salían cada día a ganarse el mango con su fuerza y su maña como única herramienta. Con su broncas y sus bravuras.

Por eso “Uno de los grandes motivos de nuestra felicidad es estar de nuevo en el puerto. Y aunque ya no trabajemos, tenemos una enorme incidencia en los jóvenes que sí lo hacen. Acá estamos para ayudarlos”.

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